lunes, 6 de abril de 2009

Mii NoveLa!!*

La tarde era soleada y calurosa. Una suave brisa corría por la calle, cubierta por las masas de gente que paseaba de un lado a otro en un cálido mes de junio. Paula caminaba con paso firme entre la multitud, aunque un poco cansada tras la larga jornada que había tenido repleta de exámenes. Era la época de examinarse, las últimas pruebas de todo un curso de trabajo. Sin embargo todo estaba terminando, apenas quedaban tres semanas para las vacaciones y la gente ya estaba pensando en la playa y en sus futuros viajes.
Cetrada en sus pensamientos no pudo percatarse de que alguien la llamaba. Esta persona la alcanzó. Paula se sorpredió y se llevó un bue susto. Era una chica, más o menos de su edad, rubia, de pelo liso y ojos verdes. Su cabello lo llevaba recogido en una trenza.

-Hola Pau- saludó la chica.
-Clau, ¿qué haces aquí?- preguntó Paula.
-¿No recuerdas que te había dicho por la mañana que iba a merendar a casa de mi tía?
-¡Es verdad!- recordó.
-¿En qué pensabas?
-Verás, es que mañana tengo tres exámenes, de matemáticas, de química y geografía.
-Uf...casi nada, menos mal que voy al B en vez de al A...-comentó Claudia.- Te tengo que dejar, es aquí. Adiós.
-Adiós Clau, que lo pases muy bien merendando con tu tía.- le deseó Pau.
-Eso intentaré.

Las dos amigas se separaron, siguiendo cada una su camino. Paula seguía caminando por la acera, mientras se fijaba en los coches que pasaban por la carretera. Tras dar la esquina pudo divisar su casa. La verdad es que no estaba mal para todos los que ivían en ella: sus padres, su hermano mayor, Sergio, su hermano pequeño, Nicolás, para su hermana Carlota, que iba a nacer dentro de un mes y para ella.
El sofocante calor cada vez la incomodaba más, solo esperaba llegar lo más rápido posible. Cuando estuvo frente a su casa, pintada de color rojo, con piedra antigua bordeando las puertas y ventanas, abrió la puerta del jardín y se adentró en él. No le apetecía entrar dentro de casa, a si que se dirigió hacia la parte de atrás donde estaban la piscina y un viejo columpio que su madre se había empeñado en poner porque ya era de su abuela. Paula se tumbó en una hamaca y cerró los ojos para relajase un poco. Sus pensamientos se fueron a los pasillos de su instituto, repletos de alumnos repasando sus lecciones y haciendo los deberes; la biblioteca durante los recreos, en la que la tanto estudiaban y consultaban sus dudas; y con las aulas, con adolescentes haciendo difíciles exámenes.
Mientras tanto, su hermano mayor, Sergio, caminaba sigilosamente hacía dónde se encontraba su hermana para darle un susto. Sus cabellos dorados contrastaban con los negros y oscuros de sus hermanos Paula y Nicolás. No parecía que pertenecían a la misma familia pues hasta su forma de ser era totalmente diferente.
Sergi se arrimó hasta dónde estaba tumbada su hermana, intentando hacer el menor ruido posible.

-¡Uh!- gritó.
-¡Sergio, déjame en paz!- se quejó Paula.
- Ay, Paulita, Paulita, ¿no sabes que en época de exámenes se suele estudiar?
-Sí, lo se, pero es que estaba descansando; estoy agotada y mañana tengo tres exámenes...-se lamentó.
-¿Y por qué te quejas?-preguntó su hermano-¿Por qué no te pones a estudiar ahora mismo en vez de estar aquí mirando al cielo?
-Está bien, pero antes tengo que ir a darle un beso a Nicolás. Adiós.-se despidió.

Paula cogió su mochila de flores azules y marrones, y se adentró en la casa. Entró por la puerta de atrás que estaba abierta y que comunicaba con el salón. En él había un gran sofá de color beige, una mesita de cristal, justo delante de este, una alfombra con forma redonda que cubría gran parte del suelo, un piano muy antiguo que siempre había estado en su casa, incluso antes de llegar ellos. Por una puerta corredera, se pasaba al pasillo de la planta baja. Paula aprovechó para dejar su chaqueta en el perchero de la entrada, que estaba pegado a una puerta en cuyo interior había una despensa.

No hay comentarios: